viernes, 13 de abril de 2012

Capítulo 1

   Anndesi se miró al espejo con solo la ropa interior, ligeramente sonrojada: no le gustaba su cuerpo rellenito. Y aún por encima, tenía un poco de acné en la cara. "¿Se puede ser más fea?", pensó con amargura. La verdad sea dicha, la chica tenía el pelo de color rubio, muy bonito, pero indomable con aquellos rizos tan poco definidos. Tenía la piel demasiado sensible y tan blanca como la leche, cosa que solo hacía destacar aún más sus granos. Si juntamos eso con sus complejos daba como resultado que nunca iba a la playa, podía quemarse y sentirse mal a un mismo tiempo en las escasa veces que su madre la convencía para que fuera. Un dos en uno.Y para colmo, usaba gafas de culo de botella con una montura negra que no le favorecían nada. En su antiguo instituto, la llamaban "gafotas" o "pelo paja", esa fue la causa por la que se cambió de colegio a mediados de curso: no quería volver todas las tardes a casa llorando, disimulando las lágrimas delante de su madre...que era la otra causa, y como siempre, la más importante. Había roto con su novio de Barcelona y decidió que necesitaban un cambio de aires.
Ahora estaba un poco nerviosa. ¿La aceptarán sus nuevos compañeros? ¿Sería de nuevo la fracasada de la clase? Cogió la grasa acumulada alrededor de la barriga y la zarandeó unos instantes, suspirando. Después, eligió la ropa que para ella era la más moderna de su armario: quería causar buena impresión el primer día. Se vistió rápidamente unos tejanos claros, demasiado claros, con una camiseta color marrón de lana. Fue al baño y aplicó sobre su melena seca bastante cantidad de agua, gomina y espuma, dando como resultado una masa pegajosa de pelo. Suspiró de nuevo, con resignación. Llegó a la cocina y allí, su madre le preparó el desayuno, deseándole mucha suerte para conseguir hacer nuevos amigos. 
    Se habían mudado a Madrid a finales de marzo. Habían vendido su vieja casa y habían comprado otra por un módico precio en pleno centro de la capital. . Era un dúplex bien iluminado, pero de noche, se volvía un tanto irritable dormir ahí cuando el ruido de las bocinas te despertaba.Era una casa bonita, pero no era un hogar. Era demasiado frío e impersonal para serlo por mucho que su madre lo negara una y otra vez. Anndesi no había conocido un hogar desde que muriera su padre. Su madre negaba todo y decía que esta vez sería la definitiba, pero nunca era verdad. Ella se ganaba la vida siendo la secretaria de la famosa escuela de esgrima de la ciudad, en la que entrenaban a los participantes de los juegos Olímpicos. 
    Comenzó a caminar hacia su nuevo instituto, no quedaba lejos, estaba a cuatro manzanas de su casa. En el camino, se encontró con otras chicas de su edad, que la miraban curiosas por su aspecto. Anndesi bajó la cabeza, mirando al suelo. No quería que la maltratasen con la mirada. 
Cuando llegó a la puerta de barrotes negros de su instituto, unas verjas altas e imponentes se levantaban hasta el cielo. Detrás de los muros que rodeaban el recinto escolar, se alzaba un edificio alto y revestido con ladrillos blancos, compuesto por centenares de ventanas.
 Los jóvenes se agrupaban en corrillos alrededor de una chica que a Anndesi le pareció la más guapa del mundo. Y la más popular, sin lugar a dudas. Era alta, con curvas bien definidas, labios carnosos, ojos verdes y luminosos y un increíble pelo castaño totalmente liso que le llegaba hasta la altura de la cintura. Sin querer, chocó contra algo o alguien muy duro, cayéndose al suelo junto con su mochila, que por razones desconocidas, estaba abierta, esparciéndose por el suelo, con toda la mala suerte del mundo, las libretas, los libros, sus dibujos y el dinero. Levantó la vista hacia su obstáculo y se encontró con un chico de su edad, alto, guapo, atlético, rubio y con los ojos azules más bonitos del mundo. El típico chico que no se encuentran todos los días.    
Anndesi desde el suelo le dedicó una mirada suplicante y el chico le ofreció junto con su brazo, una sonrisa radiante y sincera, mostrando su dentadura perfecta y sus dientes blancos y brillantes. Enseguida todos los jóvenes de su alrededor dejaron de hablar con la chica popular, centrándose solo en la escena y observando la mano tendida que le ofrecía el chico hacia la chica poco agraciada que había abrazado al suelo. 
Anndesi se sonrojó, pero cogió la mano que su joven salvador le había ofrecido. Pensó en cómo la vería él: con las gafas torcidas de culo de botella por culpa de la caída, el pelo más duro que una roca a causa de la gomina y de la espuma... "Un asco", pensó ella, sonrojándose más, si cabe.
El chico le dedicó otra una sonrisa radiante y le recogió la mochila y sus otras pertenencias del suelo, parándose a ver los dibujos que ella había hecho. Iba a escuchar por primera vez su voz cuando la chica popular se acercó y le plantó un beso ardiente en sus labios. Los jóvenes volvieron a juntarse en pequeños grupos esparcidos por doquier y comenzaron a compartir opiniones sobre conciertos, chicas y chicos, profesores, cotilleos de última hora... Salvo, claro está, Anndesi, que se quedó paralizada a escasos centímetros de los novios, besándose delante de ella. Una escena patética e incómoda. Cuando se separaron, el chico, algo ruborizado, le tendió la mochila y una sonrisa de disculpa. Su novia lo empujó hacia ella un par de veces.
   -Christian, vamos, la clase va a comenzar -dijo ella, con una voz chillona que a Anndesi le resultó desagradable. Parecía que ese tono de voz no estaba hecho para su belleza.
   - Ya voy, Jenni. Me tengo que ir... Creo que no conozco tu nombre... -Christian la miró. Lo hizo de verdad, sin expresar ninguna muestra de desagrado ante su aspecto. Eso le encantó a Anndesi, nunca antes la habían visto así. 
  -Anndesi -contestó escuetamente.
  




1 comentario:

  1. ¡Hola! Me encanta lo que hacéis, seguid escribiendo por favor, quiero saber que más pasa, no podéis dejadme con esta intriga durante tanto tiempo :) no tardéis más por favor.

    Os espero en mi blog.. angelsinalas23.blogpot.com.es

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